miércoles, 5 de agosto de 2015

Las funciones de diagnóstico y tratamiento de los problemas de aprendizaje.

En estas fechas en las que el alumnado ha recogido sus calificaciones y algunos padres y madres –pocos-  preguntan por los motivos del suspenso, es cuando el profesorado exhibe sus mayores dotes de diagnóstico de las causas de los malos resultados.

¡No estudia!  Es verdad,  una parte del alumnado no hubiese suspendido con una mayor dosis de estudio, pero, qué observaciones nos conducen a este diagnóstico. ¿Qué comportamientos ha observado el profesorado que le conducen a esta afirmación? ¿Cuándo decimos que un alumno o alumna ha estudiado y cuándo decimos que no lo ha hecho? ¿Cuándo se ha detectado el inicio de este comportamiento, al final de curso, al principio? Es necesario objetivar los comportamientos que conducen a este diagnóstico. No puede ser que el diagnóstico dependa de la exclusiva interpretación de los comportamientos del alumnado que hace cada docente. Y la decisión sobre qué evidencias y en qué cuantía conducen a decir que un alumno no estudia, debe ser acordada en cada centro docente, debe ser producto del acuerdo, no puede ser impuesta por la administración educativa.

Otras cuestiones que suscita este diagnóstico es conocer cuándo se han detectado este comportamiento,  detectar su extensión a todas o solamente a una de las materias de estudio y la puesta en marcha de acciones encaminadas a modificar este comportamiento. Quedarse en el diagnóstico del problema de aprendizaje sin poner en funcionamiento medidas para intentar solucionarlo refleja escasa o dudosa profesionalidad. Y en el diseño y puesta en práctica de éstas debe participar la familia, casi seguro.

La profesión docente se encarga de poner en práctica procesos de enseñanza y de aprendizaje eficaces. Ocuparse y preocuparse solamente del primero de ellos, responder  exclusivamente de la enseñanza  sin atender los problemas  del aprendizaje -aunque en éstos últimos la responsabilidad sea compartida-  supone abandonar una parte muy importante de la profesión. Pero pensar que en la solución de los problemas de aprendizaje el docente es el único responsable tampoco es acertado. Cuando se habla de la necesaria colaboración  de escuela y familia, este es un ámbito en el que es posible y necesaria.

Necesitamos objetivar el diagnóstico de las causas de los problemas de aprendizaje, dotarnos de estrategias para su tratamiento, evaluar su eficacia y rendir cuentas de todo el proceso a la sociedad; en este caso a la madre o padre que nos pregunta por las causas del suspenso.

¡Falta mucho a clase!. También es cierto, la falta a clase puede conducir al suspenso,  pero al igual que decía anteriormente ¿cuántas ausencias ponen en riesgo los resultados académicos, sean por el motivo que sean? Y cuando se sobrepasan ¿qué acciones con razonable predicción de eficacia ponemos en marcha? Y en el diseño y puesta en marcha de ellas, ¿qué parte de la responsabilidad recae sobre el docente, el centro educativo, las familias y la sociedad en los casos de absentismo? Actualmente el procedimiento diseñado por la administración educativa para combatir el absentismo es totalmente burocrático y lento; y no funciona a partir de los 16 años. Con la amenaza de llevar al fiscal la falta de atención al menor por parte de los padres que consienten el absentismo, se ha cuasi judicializado el proceso, con actas, citaciones fehacientes, etc. No se conocen datos del número de  actuaciones de los diferentes órganos que en este proceso intervienen: los tutores, los jefes de estudios, los directores, los servicios sociales del ayuntamiento de la zona y la fiscalía de menores. Pero este sistema es para el alumnado absentista, para el que falta a clase de forma masiva, pero no sirve para aquel que decide asistir a unas clases, pero no a otras, para el que se queda en los aseos hablando con otros compañeros ante la falta de atracción de la clase de turno. Es necesario activar la exigencia de responsabilidades por la ausencias a clase  con mucha mayor presteza y que, además, sea efectiva.

En algunos casos la ausencia es consentida por el profesorado e incluso incentivada. Si dos alumnos están permanentemente interrumpiendo las clases, cuestionando las decisiones del docente y sometiendo a tiranteces las relaciones, y desaparecen del aula ¡mejor¡.  El profesor no pasa lista y no registra las ausencias y el alumnado esquiva las explicaciones de su ausencia ante los padres. “Yo no voy a poner falta, ya sois mayores para saber cumplir con vuestra obligación”, es la frase que suele decirse en bachillerato ante la pregunta de un alumno sobre si se registrarán las faltas o no.

Al igual que en anterior diagnóstico, el absentismo como causa de las malas calificaciones necesitamos objetivarlo, dotarnos de estrategias para su tratamiento, evaluar su eficacia y rendir cuentas de todo el proceso a la sociedad; pero los padres, la administración y la sociedad en su conjunto deben dar a los docentes herramientas para corregirlo, ágiles y eficaces; no creo que se piense que un cambio en la metodología de enseñanza elimine el problema.

No tiene base. Este es otro de los motivos que suelen esgrimirse como causantes del fracaso, incluso en 2º de Bachillerato, tras seis años de estancia del alumno o alumna en el centro docente ¿..?. Siendo cierta la relación entre conocimientos básicos y resultados en una materia,  la pregunta que debe hacerse es ¿desde cuándo se sabe y cuándo se ha comunicado al alumno/a y a su familia?, ¿qué se ha hecho o puesto a disposición del alumno/a para superar este déficit formativo?. Y aquí las responsabilidades son compartidas por parte del alumno y de los docentes. Salvo que el alumno proceda de otro centro distinto, la superación de una materia se supone que capacita para seguir los estudios de la misma al año siguiente. No es aceptable que un año se apruebe y al siguiente se detecten déficit formativos de base, algo está fallando en algunos de los cursos.

Pero independientemente del necesario análisis de estos casos (no es lo mismo que en un curso en el que hay 150 alumnos aparezcan 2 con déficit formativo previo, que aparezcan 30; en el primer caso será difícil encontrar las causas, mientras que en el segundo son datos preocupantes), lo importante son las acciones que se han diseñado y aplicado para paliar esta situación. Y aquí han sido los padres los que, con sus recursos económicos, han apoyado casi de forma exclusiva a su hijo, a través de las clases particulares. Los profesores realizan el diagnóstico, se lo comunican a los padres que acuden a preguntar sobre las causas del suspenso y, a esperar que el alumno se recupere.

Los docentes no disponen de horas para atender a los déficit formativos de su alumnado; la solución dada a través de las propuestas de atención a la diversidad son más teóricas que prácticas, y el alumno que por motivo alguno se retrasa y descuelga, debe alcanzar al grueso de su clase por su cuenta. El docente tiene horas para el proceso de enseñanza, pero no para el de resolución de los problemas de aprendizaje. En el debate del currículo se presta atención a las horas de desarrollo de cada materia, no se contemplan las de solución de los problemas de aprendizaje; éstos deben ser resueltos en el aula en los mismos tiempos que se dedican a la enseñanza. Y esto es un problema.

Es necesario, nuevamente, objetivar el diagnóstico de “falta de base” en el seno de cada ciclo o departamento y diseñar, aplicar y evaluar medidas que permitan corregir este déficit y horas de dedicación para ello.

Y hay más causas del suspenso que, en general, requieren de: establecimiento de indicadores,  diseño de soluciones y evaluación de su eficacia y, para ello también es necesario contemplar que problemas de aprendizaje van a existir siempre, en unos centros más que en otros y que es necesario planificar horas de dedicación de los docentes a la solución o atenuación de los mismos. No hacerlo y seguir con unas tasas de idoneidad tan bajas y de repetición tan altos, me parece que están relacionados en forma de causa-efecto.


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